Viviana ZAPATA GIL /
Estos días de pandemia pienso de forma incesante en la cantidad de trabajadores que de un momento a otro nos vimos, literalmente, obligados a trasladar nuestros trabajos a la casa. Y es que nos hemos concentrado mucho en aquellos que perdieron sus empleos y muy poco en el sufrimiento silencioso que están viviendo aquellos que ahora se vieron obligados a cumplir un horario laboral completo y muchas veces extendido, desde la « comodidad » de su hogar, en puestos de trabajo improvisados, tal vez en un cuarto o en el comedor de la casa, ahora atienden clientes, asisten a reuniones virtuales intermitentes, presentan informes y responden la infinita lista de correos, mientras a su espalda corren los niños, salta el perro, pasa el esposo o la esposa de tanto en tanto, suena el teléfono, llaman a la puerta, y así puedo continuar con la lista que se extiende sin cesar.
Nosotros, unos seres espaciales, que naturalmente diferenciamos los lugares donde nos desenvolvemos para lograr mejorar la eficacidad, de momento nos encontramos intentando realizar en casa lo mismo que realizamos en el trabajo, y digo intentando porque aunque tengamos la presión psicológica del jefe, el cliente, el socio o el compañero, no logramos alcanzar el mismo nivel de desempeño, con la respectiva culpa que para muchos conlleva.
Me pregunto cuántos jefes desarrollaron un plan con su trabajador, le preguntaron si tenían que hacerse cargo de sus hijos, si contaban con apoyo en las labores del hogar o si necesitaban flexibilizar sus horarios para facilitar la adaptación. Muy pocos por no decir ninguno, y por el contrario muchos tantos reforzaron sus controles para asegurarse de que el trabajador esté disponible en el horario asignado y hasta solicitaron un reporte detallado de lo que hace en la « comodidad » de su casa a fin de justificar su salario.
Y así se trasladó el riesgo psicosocial a nuestras casas, se instaló en nuestro comedor, nuestro dormitorio y en nuestra sala y de vez en cuanto nos quita el sueño, un poco más que antes.
Viviana ZAPATA GIL
Votre commentaire